Cuando por fin lo aceptas, aceptas el cambio después de resistirte con uñas y dientes, el pelo que te quedaba y más kilos de los que te podías permitir, resulta que TODO cambia.
Entonces el cansancio entiende que te has rendido al final, y levantas la mirada para observar TODO el vacío que ha dejado atrás el tsunami. Pero la vida irremediablemente vuelve a brotar alrededor, con otro olor, otro sabor, otra inspiración. Y resulta que no puedes escoger lo que cambia, y lo que no.
Cuando cambias, las cosas cambian. Ya no encuentras tu brújula, ni tu refugio, ni tu caña de pescar, porque TODO lo ha arrasado la gran ola. TODO.
Y vuelves a resistirte con uñas y dientes, pero ya no te quedan pelos ni kilos que invertir en la resistencia. Ahora solo te queda levantarte. Y el primer impulso te lleva a correr hacia atrás, sin mapa, para llegar a donde antes estaba TODO. Pero ya no hay norte, sur, este u oeste, ya no hay atrás.
¿Entonces? Vagas y vagueas sin tino, te entretienes en los recuerdos "para encontrar algo de lo que perdí" como canta Luz Casal. Te duermes en ellos y sueñas con sus sombras. Y ocurre que un día, de repente te despiertas y caminas hacia delante, inseguro y muerto de miedo, sin identidad. Pero ahora el miedo ya no es un problema, porque TODO ha cambiado.
Hace muchos años le leí a Sócrates que el secreto del cambio es enfocar toda tu energía en construir lo nuevo, no en luchar contra lo viejo. Se quedó por ahí entre todo lo que leí de pibe y es ahora cuando tiene sentido. TODO puede tener sentido ahora, como cuando la mañana de Reyes abres los paquetes de tus nuevas cosas favoritas.
Incluso cuando nuestro corazón nos lleva por otra dirección, creo que nos cuesta renunciar a cómo creíamos que debían ser las cosas. TODOS tenemos un "cómo debe ser".
Yo ya no hago ese tipo de planes…
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